El bosque siempre ha representado un lugar de misterio y ha actuado como un telón de fondo común para los cuentos de hadas, mitos y leyendas.
Puede ser un símbolo de aventura, peligro o ciertas pruebas que uno debe soportar y salir victorioso, para poder crecer. El bosque también puede considerarse como emblemático de la naturaleza, ya que está repleto de vida; es el lugar de nacimiento de innumerables variedades de flora y fauna. La «arboleda sagrada» hace muchas apariciones en el folklore como uno de los sitios más frecuentes para ritos y rituales; prestándose bien al matiz de secreto e iniciación. En Europa, se dice que en un tiempo existió una vasta cobertura forestal desde el Océano Ártico hasta el Mar Mediterráneo.
Existía un gran número de ardillas en esos bosques. Se creía que. Las ardillas se moverían de un árbol a otro sin aterrizar en el suelo. Se creía que eran los ojos y oídos de los dioses que vivían en esos bosques, Cualquiera que quisiera que sus deseos se cumplieran, iría bajo un árbol sobre el que había ardillas y como resultado diría sus deseos y necesidades. Creían que las ardillas llevarían el mensaje a los dioses que vivían en estos espesos bosques.
Según los celtas, los duendes junto con las hadas vivían en esos bosques y era en ellos donde se profetizaba y predecía. Se creía que algunos de esos árboles y animales que formaban el bosque poseían poderes místicos como los que ayudaban en la curación, la magia e incluso con fines de encanto. Se creía generalmente que durante la noche si uno entraba en el bosque desde la dirección este era una señal de que no podría regresar a salvo a casa ya que era un presagio de mala suerte. Sin embargo, si se entraba en el bosque por el oeste, se creía que los deseos de esa persona serían satisfechos. Durante la época de los Antiguos, se creía que los árboles poseían poderes que se tomaban como místicos. La gente tenía un gran respeto por los árboles, así como por los animales que vivían en los bosques. La cláusula «tocar madera» se utilizaba en referencia a la protección contra la mala suerte cuando se creía que los árboles eran un vínculo entre los mundos inferiores y superiores de los espíritus.
Según algunos de los antiguos mitos, los árboles eran tratados de manera muy sagrada ya que se creía que algunos de ellos eran una presencia de hadas y otros dioses. En África oriental, entre la zona central de Kenya, la comunidad Kikuyu tenía una gran referencia al árbol Mugumo. Se creía que era la presencia de su dios Mumbi. Se ofrecían sacrificios bajo este árbol, así como ceremonias de iniciación y otros ritos rituales destinados a su dios. Para los celtas, el roble era el que se creía que poseía poderes místicos, por lo que se creía que si uno se quedaba dormido bajo el árbol, al despertar se encontraba en el mundo de las hadas.