Las armas son a menudo un símbolo de autoridad y poder, aunque pueden ser levantadas en la rendición o en la oración.
Comúnmente, en conjunción con la Santísima Trinidad, los brazos representan al Padre. En la antigüedad, un pretendiente que pretendía cortejar a una dama determinada, la sostenía con la mano izquierda mientras sostenía una espada con la mano derecha, ya que esto podía ayudar a combatir a otros pretendientes que habían venido a perseguir a la dama. Es evidente incluso hoy en día que cuando una dama camina por el pasillo, siempre está a la izquierda del novio. Existía una antigua creencia supersticiosa de que el diablo siempre se quedaba a la izquierda del hombro de uno mientras trataba de susurrar y convencer a uno de que hiciera vicios. Como resultado, se pensaba que si alguien tenía que tirar sal por el hombro izquierdo, entonces podía caer en los ojos del diablo y así evitar que le llevara a uno a las tentaciones.
En el Antiguo Testamento, existe una variedad de incidencias en las que las armas se utilizan como símbolo de victoria y poder, así como de humildad y aceptación del perdón de Dios. Por ejemplo, hubo un tiempo en el que los israelitas fueron a la guerra con sus enemigos. Dios había hablado con Moisés y le dijo que levantara sus manos para que se les concediera la victoria. Sin embargo, Moisés se cansó y sus manos comenzaron a descansar. Como resultado, los israelitas comenzaron a debilitarse, pero al darse cuenta de que Aarón, junto con la ayuda de otras personas, mantuvo sus manos en alto durante todo el período de guerra y como resultado, ganaron. Esta era una clara creencia supersticiosa de que al levantar las manos del profeta, se les concedería la victoria.
El libro de Isaías también utiliza las armas en referencia a varias creencias. Cuando Dios le habló del perdón de los hijos de Israel, le dijo que era porque la gente que había pecado estaba levantando sus manos en oración y como resultado no sería perdonada. Había una creencia de que si las manos se levantaban en la oración era una indicación de que uno había aceptado plenamente el poder de Dios como el único ser supremo y en esencia era un signo de poder que debía ser recibido, así como las bendiciones de Dios.
En el Nuevo Testamento Jesús realizó una serie de milagros junto con sus discípulos usando los brazos en particular. Por ejemplo, cuando los niños pequeños se acercaban a Jesús, él les ponía los brazos mientras decía que el reino de Dios pertenecía a aquellos que se humillaban como esos niños pequeños. Por otra parte, Jesús levantó a Lázaro de la tumba mientras colocaba su mano en la piedra del sepulcro mientras pronunciaba su nombre y Lázaro volvió a la vida.